Estas líneas deberían hablar hoy del regreso a competencia de Egan Bernal en el Critérium du Dauphiné y de su más que probable presencia en el próximo Tour de Francia; deberían hablar de Jessenia Meneses, campeona de la montaña en la Vuelta a Andalucía en otro logro histórico para el ciclismo femenino colombiano; deberían hablar de la medalla de plata de Diego Arboleda en la Copa Mundo de BMX de Sakarya, Turquía; deberían hablar sobre todos esos hombres y mujeres que en cada una de las 52 semanas del año dejan en alto el nombre de Colombia en carreteras y pistas del mundo entero.
Pero esta columna hoy tiene que hablar de lo que no tiene nombre. Del dolor infinito que produce la muerte de un joven ciclista que salió a entrenarse un domingo en compañía de su padre y al final ninguno de los dos regresó a su hogar.
Un joven lleno de talento e ilusiones que encontró en el ciclismo profesional la manera de salir adelante, como tantos hombres y mujeres de esta tierra que dedican sus vidas a este rudo y peligroso deporte, que además de su pasión, es el trabajo por el que reciben una remuneración que les permite como a todos los mortales pagar las cuentas y sostener económicamente a sus familias y seres queridos.
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Colombia es reconocida en el mundo entero por sus ciclistas. Vayan a cualquier país de Europa para que vean que cuando se habla de nuestro país somos café y ciclismo. Cochise, Lucho, Parra, Nairo, Rigo, Chavito, Egan, nombres repetidos en todos los idiomas y a lo largo y ancho del orbe, gracias a un deporte tan universal como el de las bielas y los pedales.
Y en los últimos años, con el boom del ciclismo aficionado y el cicloturismo, al país han llegado miles de visitantes de todas las latitudes a subir puertos de montaña de leyenda como el Alto de Letras o a recorrer carreteras como las del Eje Cafetero o el oriente de Antioquia. ¿Suena como el paraíso del ciclismo mundial verdad? Pero la realidad es muy diferente.
En su último registro, la Agencia de Seguridad Vial reveló que 143 ciclistas han perdido la vida por siniestros viales, entre ellos 14 menores de edad, y respecto al número de heridos, la cifra ya va en 554 según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal. Casi 700 incidentes viales que involucran ciclistas y automotores no son datos de un “paraíso ciclístico”, más bien de un país donde el nivel de intolerancia y falta de cultura vial han tocado ya el límite de lo absurdo.
Conmoción por muerte de Germán Chaves en Colombia
Y lo vivimos todos los fines de semana, los que salimos en bicicleta por cualquier carretera del país por simple diversión y salud, para encontrarnos muy lejos del “paraíso” y más bien expuestos a agresiones de todo tipo de motos y vehículos que se abrogan el derecho de acabar en cualquier momento con nuestra vida, como quien carga todo el tiempo una pistola lista para disparar.
¿Qué los ciclistas son imprudentes? Sí, muchos de ellos lo son, ¿Qué tampoco respetan las normas? Es verdad, muchos de ellos transgreden las normas básicas de tránsito. Sin embargo, no hay nadie en una vía del país tan expuesto como un ciclista de cualquier índole, desde el profesional que se entrena para correr la Vuelta a Colombia, como en el caso de Germán, hasta el recreativo, el campesino que transporta los productos de la tierra en su “panadera”, o el niño que va de una vereda a otra en su bici para ir al colegio, como la hacía en su infancia nuestro campeón Nairo Quintana.
En algún lugar leí que el comportamiento en las vías es el fiel reflejo de la sociedad, por eso en Alemania las autopistas no tienen límites de velocidad y en los Estados Unidos todos los automotores se detienen por completo cuando un autobús escolar deja o recoge a un grupo de estudiantes. La muestra de que vivimos en una sociedad enferma es que en un país cuya cultura e historia están ligadas al deporte del ciclismo, las vías sean un verdadero infierno y un peligro mortal para sus practicantes.
Primoz Roglic no correrá el Tour de Francia 2023, su bestia negra
Germán Enrique y su padre Germán se convirtieron el domingo en una cifra más, un número frío de una lista que con seguridad y para nuestro infinito dolor seguirá engrosándose pues, hasta ahora, vamos en la primera mitad del 2023.
En 2019, con la muerte de Danna Valentina Méndez, el Ministerio de Transporte impulsó la campaña DAME 1.5 metros de Vida, distancia de seguridad exigida a nivel mundial entre automotores y ciclistas. Poco o nada quedó de aquel esfuerzo pues en 2021 un vehículo de transporte acabó con la vida de Julián Esteban Gómez, el niño de Zipaquirá cuyas lagrimas el día de la victoria de Egan Bernal en el Tour de Francia le dieron la vuelta al mundo.
Y lo más triste y desesperanzador es que en esto seguiremos, contando ciclistas muertos como quien cuenta ovejas para dormir. Con solo los casos que involucran ciclistas profesionales o en proceso de serlo saliendo a la luz pública, con asesinos al volante campeando a sus anchas por las vías del país a sabiendas de que ni siquiera pagarán prisión efectiva a la hora de un accidente, pues encontrarán los resquicios de la ley para jamás pisar una cárcel.
Solo nos queda recordar con todo el cariño posible a Germán Enrique y a su padre don Germán Chaves, a quienes los sobrevive su hermano e hijo menor, Jonathan, que también decidió dedicar su vida al ciclismo y el sábado se coronaba campeón Sub 23 de la Vuelta a Cundinamarca sin saber que solo un día después perdería a su padre y a su hermano.
En los años 90, tras la tragedia del equipo Manzana Postobón que vio como tres de sus corredores: Néstor Mora, Augusto Triana y Hernán Patiño, morían a manos de un asesino al volante de un tracto-camión, se hizo popular en el país una modesta campaña que se podía ver en pequeñas vallas publicitarias (las redes sociales aún eran ciencia ficción) instaladas en carreteras grandes y pequeñas a lo largo y ancho del país, llevaba la figura de un ciclista y el lema: Protéjalo, puede ser su hijo. En este día aciago, uno más para los que amamos el ciclismo, ese es quizá el único pedido o más bien plegaria que le hacemos a los conductores del país: Protéjalo, puede ser su hijo.