El mundo ha dado un giro en los últimos meses. Se ha dado la vuelta como un calcetín. Nuestras prioridades han cambiado. También nuestros miedos. Recuerdo un sueño persistente que me acompañó durante años: Salía del metro, subía las escaleras y aparecía en el centro de Madrid. Allí estaba yo, completamente desnudo. Cuando me descubría así me tapaba como podía y corría de vuelta a casa para vestirme. Sin embargo, las piernas no me respondían y todas las miradas se posaban en mí.
Ahora en mis pesadillas recurrentes estoy vestido, pero no tengo mascarilla. La sensación de desasosiego es directamente proporcional a la que sentía en mis caminatas oníricas sin ropa. ¡Seguro que si mañana salgo a la calle desnudo tendría menos miradas inquisidoras que si lo hiciera sin mi FP2!.
Este último año también ha cambiado el mundo del fútbol. Estadios vacíos, falta de intensidad, partidos de cien minutos por los constantes parones del VAR. Es como la leche desnatada. Cuando la vemos en el vaso es blanca y apetece beberla, pero cuando lo hacemos nos damos cuenta de la mentira.
En este periodo de cambios Zinedine Zidane ha apostado por los de siempre. Por esa misma columna vertebral con que que ganó tres Champions en cuatro años. Esa misma con la que se alzó con el último título de Liga.
Cuando comencé la Universidad tenía una chaqueta que todavía recuerdo. Era azul. Y lo mismo la utilizaba para ir a clase cada mañana que para ir al pub de moda para tomar cervezas con los amigos. Pasaban los años y yo seguía poniéndomela. Tenía otras, iba comprando más pero quedaban apartadas en el armario. Otras las regalaba. ¡Yo quería esta! Me hacía sentir bien, estaba cómodo. Ya estaba un poco desgastada por los codos, se había soltado alguna costura y el corte comenzaba a estar anticuado. Sin embargo, yo seguí fiel a mi chaqueta hasta que no dio más de sí. Fue en medio de una tormenta, cuando al irme a abrochar el botón se abrió por la espalda y quedó prácticamente partida en dos. Acabé con una pulmonía en el peor momento.
El Real Madrid dijo adiós a Sergio Reguilón en verano para apostar por Marcelo. Martín Odegaard se marchó en enero cansado de ser suplente de Luka Modric y ver como Isco tenía más oportunidades que él. Se trata de algo que ya pasó un par de años atrás con un Marcos Llorente que no estaba dispuesto a limitarse a las migajas de Casemiro. Ahora viene la tormenta.